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Durante algún tiempo forcejeó con las esposas y la cadena que las unía
intentando liberarse.
Trató de sacar las manos de aquellos aros metálicos, pero todo lo que
logró fueron magulladuras y heridas. Vencido y desesperado salió a las
calles en busca de alguien que pudiese liberarlo. Aunque la mayoría de
los que encontró le dieron consejos y algunos incluso intentaron
soltarle las manos, sus esfuerzos sólo generaron mayores heridas,
agravando su dolor, su pena y su aflicción. Muy pronto sus muñecas
estuvieron tan inflamadas y ensangrentadas que dejó de pedir ayuda,
aunque no podía soportar el constante dolor, ni tampoco su esclavitud.
Recorrió las calles desesperado hasta que, al pasar frente a la fragua
de un herrero, observó cómo éste forjaba a martillazos una barra de
hierro al rojo. Se detuvo un momento en la puerta mirando. Tal vez
aquel hombre podría...
Cuando el herrero terminó el trabajo que estaba haciendo, levantó la
vista y viendo sus esposas le dijo: "Ven amigo, yo puedo liberarte".
Siguiendo sus instrucciones, el infortunado colocó las manos a ambos
lados del yunque, quedando la cadena sobre él.
De un solo golpe, la cadena quedó partida. Dos golpes más y las
esposas cayeron al suelo. Estaba libre, libre para caminar hacia el
sol y el cielo abierto, libre para hacer todas las cosas que quisiera
hacer. Podrá parecer extraño que nuestro hombre decidiese permanecer
en aquella herrería, junto al carbón y al ruido. Sin embargo, eso es
lo que hizo. Se quedó contemplando a su libertador. sintió hacia él
una profunda reverencia y en su interior nació un enorme deseo de
servir al hombre que lo había liberado tan fácilmente. Pensó que su
misión era permanecer allí y trabajar. Así lo hizo, y se convirtió en
un simple ayudante.
Libre de un tipo de cadenas, adoptó otras más profundas y permanentes:
puso esposas a su mente. Sin embargo, había llegado allí buscando la
libertad.
-Eres impaciente- dijo el doctor- y por eso fallaras en observar cosas
que necesitas aprender.
Pero el joven suplicó, y el médico accedió a aceptarle. Después de
algunos años el joven sintió que podía ejercer algunas de las
habilidades que había aprendido. Un día un hombre se acercaba andando
hacia la casa y el doctor, mirándole desde la distancia, dijo:
-Este hombre está enfermo. Necesita granadas.
Has hecho el diagnostico, déjame recetarle y habré hecho la mitad del
trabajo- dijo el estudiante.
-Muy bien- dijo el doctor-, con tal que recuerdes que la acción
también debería ser considerada como ilustración.
Tan pronto como el paciente llegó al umbral, el estudiante le hizo
entrar y dijo :
Usted está enfermo .Tome granadas.
- ¿Granadas?-gritó el paciente- ¡las granadas te las comes tú! ¡vaya
disparate!- y se marchó.
El joven preguntó al sabio doctor cual era el significado de lo sucedido.
- Lo ilustraré cuando tengamos un caso similar- dijo el doctor.
Poco después los dos estaban sentados en el exterior de la casa cuando
el doctor levantó su mirada y vió a un hombre que se acercaba.
-Aquí hay una ilustración para ti, un hombre que necesita granadas-
dijo el doctor.
Se hizo entrar al paciente, y el doctor le dijo:
- Puedo ver que es usted un caso difícil e intrincado. Déjeme ver...
sí, usted necesita una dieta especial. Ésta deberá estar compuesta de
algo esférico, con pequeños alvéolos en su interior, que crezca
naturalmente. Una naranja...seria del color equivocado... los limones
son demasiado ácidos.. ya lo tengo: ¡Granadas!
- El paciente se marchó encantado y agradecido.
- Pero, Doctor -dijo el estudiante- ¿Por qué no le dijiste
directamente " granadas"?
- Por que además de granadas- dijo el sabio doctor- él necesitaba tiempo.
Se cuenta que durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Gran Bretaña estaba pasando por los días más oscuros, el país tenía serias dificultades en mantener a sus hombres trabajando en las minas de carbón. Muchos querían abandonar sus sucios e ingratos trabajos en las peligrosas minas para unirse a las fuerzas armadas donde podrían tener más reconocimiento público y apoyo. Pero el trabajo de las minas era determinante para el éxito de la guerra.
Sin carbón, los soldados y la gente en sus casas tendrían serias dificultades. Por eso un día el Ministro Winston Churchill se enfrentó a miles de mineros y les habló de la importancia de la guerra y cómo sus esfuerzos podrían hacer que la meta de mantener a Inglaterra libre se alcanzara o no.
Churchill les pintó un cuadro completo de lo que ocurriría cuando la guerra terminara y del gran desfile con el que se honraría a los que habían hecho la guerra. Primero vendrían los marinos, luego vendrían lo mejor y más brillante de Gran Bretaña, los pilotos de la Real Fuerza Aérea.
Más atrás vendrían los soldados que habían peleado en Dunquerque. Los últimos serían, los hombres cubiertos del polvo de carbón con sus cascos mineros. Churchill dijo que quizás alguien gritaría en la multitud: "Y donde estaban ustedes durante los días difíciles de la guerra?" Y las voces de diez mil gargantas responderían: "En las entrañas de la tierra con nuestros rostros hacía el carbón".
Las lágrimas comenzaron a bajar por las mejillas de aquellos hombres endurecidos por el trabajo. Regresaron a sus pocos brillantes trabajos con resolución firme después de habérseles recordado el papel que estaban desempeñando en la lucha por alcanzar la gran meta de preservar la libertad del mundo occidental.
Quizás has creído que lo que haces no tiene mucha importancia. Que otros hacen mejores cosas que tu. Más recuerda, en el mundo todos trabajamos para bendecir a otros. Ya sea en la cocina, en la oficina, como mensajero, enfermera, médico o ministro religioso. Nadie sobra. Somos parte de la cadena de bendición. Por lo tanto vivamos hoy de tal manera que podamos disfrutar al máximo de todo lo que hacemos.
El poeta Coleridge recibió un día la visita de un admirador.
Cuentan que en el transcurso de la conversación, surgió el tema de la niñez y la educación:
- "Creo", afirmó con rotundidad el visitante, "que debe dejarse a los niños total libertad para que piensen y actúen desde que son muy pequeños y que puedan tomar sus propias decisiones sin que nosotros intervengamos. Sólo así podrán desarrollar al máximo toda su potencialidad."
- "Ven a ver mi jardín de rosas", le dijo Coleridge, acompañando a su admirador hasta el jardín.
Al verlo, el visitante exclamó:
- "¡Pero esto no es un jardín... esto es un patio lleno de maleza!"
- "Solía estar lleno de rosas", dijo el poeta, "pero este año decidí dejar a las plantas de mi jardín en total libertad de crecer a sus anchas sin atenderlas. Y este es el resultado."
LOS SERES HUMANOS EN LA ANTIGUEDAD ERAN HERMAFRODITAS, POR LO CUAL NO NECESITABAN DEL OTRO PARA REPRODUCIRSE , NI PARA TRABAJAR, O ALIMENTARSE O SEA QUE ERAN RE-INDIVIDUALISTAS.A NADIE LE IMPORTABA EL VECINO O AQUEL QUE TENÌA AL LADO, YA QUE CADA UNO SE PROVEÌA DE LO QUE NECESITABA Y SE BRINDABA PLACER Y GESTACIÒN. LOS DIOSES AL VER ESTO Y QUE A NADIE LE IMPORTABA EL OTRO, DECIDIERON PARTIRLO A LA MITAD, ASI CREARON AL HOMBRE Y LA MUJER ,Y PARA DARLES UNA LECCIÒN AUN MAS FUERTE, LOS MEZCLARON POR EL MUNDO Y LES CAMBIARON LAS CORRESPONDIENTES APARIENCIAS PARA QUE TUVIERAN QUE PREOCUPARSE Y COMUNICARSE MAS CON LOS OTROS EN SU AFÀN DE ENCONTRAR LA OTRA MITAD, YQUE SE NECESITARAN PARA DAR VIDA, PLACER, FUERZA Y DULZURA |
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Un hombre rico y su hijo tenían gran pasión por el arte. Tenían de todo en su colección, desde Picasso hasta Rafael. Muy a menudo, padre e hijo se sentaban juntos a admirar las grandes obras de arte. Cuando el conflicto de Vietnam surgió, el hijo fue a la guerra. Fue muy valiente y murió en la batalla mientras rescataba a otro soldado. El padre recibió la noticia y sufrió profundamente la muerte de su único hijo. Un mes más tarde, justo antes de la Navidad, alguien tocó a la puerta. Un joven con un gran paquete en sus manos le dijo al padre: "Señor, usted no me conoce, pero yo soy el soldado por quien su hijo dio la vida. El salvó muchas vidas ese día, y me estaba llevando a un lugar seguro cuando una bala le atravesó el pecho, muriendo así instantáneamente. El hablaba muy a menudo de usted y de su amor por el arte." El muchacho extendió el paquete: "Yo se que esto no es mucho. Yo no soy un gran artista, pero creo que a su hijo le hubiera gustado que usted recibiera esto." El padre abrió el paquete. Era un retrato de su hijo pintado por el joven soldado. El contempló con profunda admiración la manera en que el soldado había capturado la personalidad de su hijo en la pintura. El padre estaba tan atraído por la expresión de los ojos de su hijo que los suyos " Oh no señor, yo nunca podría pagarle lo que su hijo hizo por mí. Es un regalo." El padre colgó el retrato arriba de la repisa de su chimenea. Cada vez que los visitantes e invitados llegaban a su casa, les mostraba el retrato de su hijo antes de mostrar su famosa galería. El hombre murió unos meses más tarde y se anunció una subasta para todas las pinturas que poseía. Mucha gente importante y de influencia acudió con grandes expectativas de hacerse con un famoso cuadro de la colección. Sobre la plataforma estaba el retrato del hijo. El subastador golpeó su mazo para dar inicio a la subasta. "Empezaremos los remates con este retrato de el hijo. ¿Quién ofrece por este retrato?" Hubo un gran silencio. Entonces una voz del fondo de la habitación gritó: "¡Queremos ver las pinturas famosas! ¡Olvídese de ésta!" Sin embargo el subastador persistió: ¡Alguien ofrece algo por esta pintura? ¿$100.00 dólares? ¿$200.00 dólares?" Otra voz gritó con enojo: "¡No venimos por ésta pintura! Venimos a ver los Van Goghs, los Rembrants. ¡Vamos a las ofertas de verdad!" Pero aun así el subastador continuaba su labor: "¡El Hijo! ¡El Hijo! ¡¿Quién se lleva El Hijo?! Finalmente, una voz se oyó desde muy atrás del cuarto: "¡Yo doy diez dólares por la pintura!" Era el viejo jardinero del padre y del hijo, siendo éste muy pobre, era lo único que podía ofrecer. "¡Tenemos $10 dólares!, ¡¿Quién da $20?!" gritó el subastador. "¡Dásela por $10! ¡Muéstranos de una vez las obras maestras!" dijo otro exasperado." "¡$10 dólares es la oferta! ¡¿Dará alguien $20?! ¿Alguien da $20?" La multitud se estaba poniendo bien enojada. No querían la pintura de El Hijo. Querían las que representaban una valiosa inversión para sus propias colecciones. El subastador golpeó por fin el mazo: "Va una, van dos, ¡VENDIDA por $10 dólares!" Un hombre que estaba sentado en segunda fila gritó feliz: "¡Ahora empecemos con la colección!" El subastador soltó su mazo y dijo: "Lo siento mucho damas y caballeros, pero la subasta llegó a su final." "Pero, ¿qué de las pinturas?" "Lo siento. Cuando me llamaron para conducir esta subasta, se me dijo de un secreto estipulado en el testamento del dueño. Yo no tenía permitido revelar esta estipulación hasta este preciso momento. Solamente la pintura de EL HIJO sería subastada. Aquel que la comprara heredaría absolutamente todas las posesiones de este hombre, incluyendo las famosas pinturas. ¡El hombre que compró EL HIJO se queda con todo! |
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Emprender un nuevo rumbo no implica necesariamente hacer grandes transformaciones, ni alcanzar ciertos objetivos.
El gran cambio se produce en el interior, como descubrió el joven Zi-cang en esta historia.
Cuentan que el joven monje Zi-cang era un discípulo respetuoso y esforzado. Sin embargo, los ejercicios de meditación tenían para él gran dificultad: a Zi-cang le costaba mantenerse en aquel silencio y dejar que sus pensamientos fluyesen "como un calmo arroyo". A menudo se distraía con lo que ocurría a su alrededor o se quedaba detenido en alguna idea que no lograba abandonar y que permanecía rondando en su mente.
Había pasado un buen tiempo sin que Zi-cang pudiese encontrar una solución a lo que le ocurría, hasta que un día oyó hablar a uno de los maestros de la "Morada de Buda". Se trataba de una caverna adonde, al parecer, Buda había llegado poco después de haberse iluminado y donde había pasado varias semanas sumido en un absoluto silencio y en una profunda meditación.
"¿ Qué mejor lugar que ése para concentrarse en las meditaciones? ", se preguntó el joven Zi-cang. Entonces quiso saber más sobre aquel lugar, pero el maestro no podía darle muchos detalles. Según dijo, nadie sabía exactamente dónde estaba la caverna y aseguraban que sólo existía un camino que conducía hasta allí. Quizás el maestro Qian-feng, que vivía más al Norte, entre las montañas, podría indicarle cómo llegar hasta allí.
Zi-cang no lo dudó. Pidió permiso a sus maestros y cuando lo obtuvo, guardó en una bolsa una muda de ropa y algunas provisiones. Al amanecer, partío hacia las montañas del norte, sin saber muy bien hacia dónde se dirigía. Al cabo de varios dias de marcha, se encontró al pie de la montaña, cerca de donde se suponía que debía estar la casa del maestro Qian-feng.
Pero no había visto una sola casa ni sendero alguno.
A medida que Zi-cang se ionternaba más y más en la montaña, su desazón iba en aumento. Después de una ardua subida por una pendiente, sintió que sus fuerzas lo abandonaban y se sentó junto a un árbol para descansar. Justo entonces, una vez su respiración se hubo sosegado, pudo escuchar el rumor del agua corriendo cerca de allí. Se puso de pie, caminó unos metros en la dirección de la que provenía el ruido y cuando estuvo junto al arroyo, vio sentado en la orilla a un hombre de pelo y barba blancos. Se acercó al hombre y le preguntósi, por casualidad era el maestro Qian-feng.
-Lo soy- respondió el hombre.
-Maestro, qué afortunado soy de haberle encontrado-dijo el joven monje-. Mi maestro me dijo que usted podría ayudarme a encontrar "La morada de Buda". Le ruego que me indique dónde se encuentra.
-¿Dónde se encuentra?- repitió Qian-feng algo confundido-. Lo siento, pero no puedo decírtelo.
-Dígame al menos cómo llegar. ¿Es cierto que existe un único camino?
-Sí, es cierto-dijo Qian-feng, apoyándose en su bastón para ponerse de pie-.Un único camino para ti, un unico camino para mi, un único camino para cada uno.
-Maestro, por favor-dijo Zi-cang algo ansioso-, dígame, ¿dónde comienza ese camino?.
-¡ Ah!-exclamó el viejo-. Eso es muy sencillo, pues el comienzo del camino hacia la morada de Buda está marcado con una señal en el suelo.
A Zi-cang le pareció muy extraño que el camino hacia un lugar tan sagrado pudiese estar señalado de forma tan burda. Pero entonces, Qian-feng cogió su bastón y con el extremo, trazó una X sobre la arena, justo frente a los pies de Zi-cang:
-El camino hacia la morada de Buda comienza aquí-dijo el maestro señalando la X-.En todo momento y donde quiera que estés, el camino comienza justo allí donde te encuentras.
El joven discípulo lo comprendió en el acto y partiendo desde la señal por Qian-feng, emprendió el camino de regreso al monasterio. Al llegar, se sentía distinto. Algo dentro suyo había
cambiado. Lo comprobó en el primer ejercicio de meditación: sintió una profunda calma y luego un dulce regocijo cuando apareció en su mente la sonrisa de Qian-feng. En él estaba la morada de Buda..
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¿No es verdad que a veces somos a nosotros mismos dudamos en decir : "TE QUIERO" y tratamos de decirlo con otras frases como "CUIDATE"... "NO MANEJES RAPIDO"
Desconozco el autor
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Nunca te justifiques a ti mismo con nadie. Porque la persona que te quiere no lo necesita, y la persona que no te quiere no te creerá. No dejes que alguien se convierta en prioridad en tu vida, cuando tú solamente eres una opción en la suya… Las relaciones son mejores cuando son balanceadas. Cuando despertamos en la mañana, tenemos dos simples alternativas: volvernos a dormir y soñar, o nos despertamos y perseguimos esos sueños. La elección es tuya. Hacemos llorar a los que se preocupan por nosotros. Lloramos por aquellos que nunca se preocupan por nosotros. Y nos preocupamos por aquellos que nunca llorarán por nosotros. Ésta es la realidad de la vida; es extraño pero cierto. Una vez que te percates de ello, nunca será tarde para cambiar. No hagas promesas si estás contento. No respondas si estás triste. No tomes decisiones si estás enojado. Piénsalo dos veces. El tiempo es como un río. No se puede tocar la misma gota dos veces, porque el flujo que pasó nunca pasará otra vez. |
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