Había una vez un pájaro que no poseía el don del vuelo. Como un pollo, caminaba por el suelo, aunque sabía que algunos pájaros sí volaban. Sucedió que a través de una combinación de circunstancias el huevo de un pájaro volador fue empollado por éste que no volaba. A su debido tiempo nació el pichón todavía con la potencialidad para volar que siempre había tenido, aún desde la época en que se hallaba en el huevo. Le habló a su madre adoptiva diciendo: -¿Cuándo volaré? Y el pájaro atado a la tierra dijo: -Persiste en tus intentos de volar, como los otros. Porque no sabía como enseñarle al pichón a volar, ni siquiera sabía como arrojarlo del nido de manera que aprendiese. Resulta curioso, en cierto modo, que el pajarillo no viera esto. El reconocimiento de su situación lo confundía debido a la gratitud que sentía hacia el pájaro que lo había empollado. -Sin este servicio -se dijo a sí mismo- seguramente estaría aún en el huevo. Y aun otras veces decía: Quien puede empollarme seguramente podrá enseñarme a volar. Debe de ser solamente una cuestión de tiempo, o de mis propios esfuerzos sin ayuda, o de alguna gran sabiduría. Si, así es. Un día de repente seré transformado a la etapa siguiente por aquel que me ha traído hasta aquí. |
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