viernes, 31 de octubre de 2008

EL FLORERO DE PORCELANA

El maestro de novicios de un monasterio reunió a sus alumnos para la lección de hoy. 
-
Voy a presentarles un problema - dijo el Maestro- a ver quién es el más
habilidoso entre ustedes.  Terminado su corto discurso, colocó un
banquito en el centro de la sala. Encima, puso un florero de porcelana,
seguramente carísimo, con una rosa roja que lo decoraba.
- Este es el problema - dice el Maestro -resuélvanlo- .
Los
novicios contemplaron perplejos el "problema", por lo que veían los
diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y la
elegancia de la flor. ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál
sería el enigma?

Pasó
el tiempo sin que nadie atinase a hacer nada salvo contemplar el
"problema", hasta que uno de los novicios se levantó, miró al maestro y
a los alumnos, caminó resolutamente hasta el florero y lo tiró al
suelo, destruyéndolo.
- ¡¡Al fin alguien que lo hizo !! - exclamó
el Maestro- Empezaba a dudar de la formación que les estamos
proporcionando este año !! .
Al volver a su lugar el alumno, el Maestro explicó:
-
Yo fui bien claro: dije que ustedes estaban delante de un "problema".
No importa cuán bello y fascinante sea un problema, tiene que ser
eliminado. Un problema es un problema; puede ser un florero de
porcelana muy caro, un lindo amor que ya no tiene sentido, un camino
que precisa ser abandonado, por más que insistimos en recorrerlo porque
nos trae confort... "
Solo
existe una manera de lidiar con un problema: atacándolo de frente. En
esas horas, no se puede tener piedad, ni ser tentado por el lado
fascinante que cualquier conflicto acarrea consigo. Recuerden que un
problema, es un problema. No tiene caso tratar de "acomodarlo" y darle
vueltas, si al fin y al cabo ya no es otra cosa más que "un problema".
Déjalo, hazlo a un lado y continúa disfrutando de lo hermoso y lo que
vale la pena en la vida. No huyas de él... acaba con él.



LUIS CASTELLANOS compartiò

martes, 21 de octubre de 2008

el alpinismo


 
 
El alpinismo es el arte de recorrer las montañas afrontando los mayores peligros con la mayor prudencia.  Y aquí llamamos arte al logro de un saber en acción.
 
Es imposible permanecer por siempre jamás en las cimas, hay que descender... Entonces, ¿de qué sirve?  Mira: lo alto conoce lo bajo, pero lo bajo no conoce lo alto.  Al subir observa siempre cuidadosamente las dificultades del camino; mientras subes puedes ir viéndolas; al bajar, ya no las verás, pero si has observado bien, sabrás dónde se encuentran.
 
Al subir, uno ve; al bajar ya no se ve, pero se ha visto.  Existe el arte de moverse en las regiones bajas mediante el recuerdo de lo que se vio al estar más arriba.  Cuando ya no es posible ver, por lo menos se puede saber.
 
Un compañero mucho más experimentado que yo me dijo: "cuando los pies no quieren llevarnos más, se camina con la cabeza".  Y es cierto.  Tal vez no corresponde al orden natural de las cosas, pero ¿no vale más caminar con la cabeza que pensar con los pies, como sucede a menudo?
 
Si das un resbalón, o tienes una caída de poca gravedad, no te interrumpas ni por un instante; y al levantarte, ve retomando la cadencia de tu andar.  Anota bien en la memoria las circunstancias de la caída, pero no permitas que tu cuerpo rumie ese recuerdo.
 
El cuerpo siempre está tratando de hacerse el interesante con temblores, agobios, palpitaciones, sudores, calambres, pero es muy poco sensible al desprecio y a la indiferencia que le testimonia su amo.
 
Si sientes que éste no se deja engañar por esas jeremiadas, si comprende que con nada conseguirá apiadarlo, entonces retoma su lugar y dócilmente cumple su labor.
 
Ten fija la vista en el sendero que asciende hacia la cima, pero no te olvides de tus pies.  El último paso depende del primero.  No creas que has llegado por el hecho de ver la cima.  Vela por tus pies, asegúrate de tu próxima pisada, aunque sin olvidarte de tu meta más alta.  El primer paso depende del último.
René Daumal



ABRAZO DE OSO

EL ABRAZO DE OSO
 
Este cuento se refiere a un hombre joven cuyo hijo había nacido recientemente y era la primera vez que sentía la experiencia de ser papá.
A este personaje lo llamaremos Alberto y en su corazón reinaba la alegría y los sentimientos de amor que brotaban a  raudales dentro de su ser.
 
Un buen día le dieron ganas de entrar en contacto con la naturaleza, pues a partir  del nacimiento de su bebé todo lo veía hermoso y aun el ruido de una hoja al caer le sonaba a notas musicales.
 
Así fue que decidió ir a un bosque; quería oír el canto de los pájaros y disfrutar toda la belleza.
Caminaba plácidamente respirando la humedad que hay en estos lugares,
cuando de repente vio posada en una rama a un águila, el cual desde el primer instante lo sorprendió por la belleza de su plumaje.
 
El águila también había tenido la alegría de recibir a sus polluelos y tenía como objetivo llegar hasta el río más cercano, capturar un pez y llevarlo a su nido como alimento; pues significaba una responsabilidad muy grande criar  y formar a sus aguiluchos, era enfrentar los retos que la vida ofrece al cumplir con la misión encomendada; era su único objetivo.
 
El águila al notar la presencia de Alberto lo miró fijamente y le preguntó:
 
'¿A dónde te diriges buen hombre?, veo en tus ojos la alegría'; por lo
que Alberto le contestó: 'Es que ha nacido mi hijo y he venido al bosque a disfrutar, pero me siento un poco  confundido '.
 
El águila insistió: Oye, ¿y qué piensas hacer con tu hijo?,
Alberto le contestó: 'Ah, pues ahora y desde ahora, siempre lo voy a proteger, le daré de comer y jamás permitiré que pase frío. Yo me encargaré  de que tenga todo lo que necesite, y día con día yo seré quien lo cubra de las inclemencias del tiempo; lo defenderé de los enemigos que pueda tener y  nunca dejaré que pase situaciones difíciles'.
 
'No permitiré que mi hijo pase necesidades como yo las pasé, nunca dejaré que eso suceda, porque para eso estoy aquí, para que él nunca se esfuerce por nada', y para finalizar agregó: 'Yo como su padre, seré fuerte como un oso, y con la potencia de mis brazos lo rodearé, lo abrazaré y nunca dejaré que nada ni nadie lo perturbe'.
 
El águila no salía de su asombro, atónita lo escuchaba y no daba crédito a lo que había oído.
Entonces, respirando muy hondo y sacudiendo su enorme plumaje, lo miró fijamente y dijo:
 
Escúchame bien buen hombre. Cuando recibí el mandato de la naturaleza para empollar a mis  hijos, también recibí el mandato de construir mi nido, un  nido confortable, seguro, a buen resguardo de los depredadores, pero también le he puesto ramas con muchas espinas ¿y sabes por qué?, porque aún cuando estas espinas están cubiertas por plumas, algún día, cuando mis polluelos hayan emplumado y sean fuertes para volar, haré desaparecer todo este confort, y ellos ya no podrán habitar sobre las espinas, eso les obligará a construir su propio nido.
 
Todo el valle será para ellos, siempre y cuando realicen su propio esfuerzo y aspiración para conquistarlo, con todo y sus montañas, sus ríos llenos de peces y praderas llenas de conejos.
Si yo los abrazara como un oso, reprimiría sus aspiraciones y deseos de ser ellos mismos, destruiría irremisiblemente su individualidad y haría de ellos individuos indolentes, sin ánimo de luchar, ni alegría de vivir. Tarde que temprano lloraría mi error, pues ver a mis aguiluchos convertidos en ridículos representantes de su especie me llenaría de remordimiento y gran
vergüenza, pues tendría que cosechar la  impertinencia de mis actos, viendo a mi decencia imposibilitada para tener sus propios triunfos, fracasos y errores, porque yo quise resolver todos sus problemas.
 
' Yo, amigo mío', dijo el águila, 'podría jurarte que después de Dios he de amar a mis hijos por sobre todas las cosas, pero también he de prometer que nunca seré su cómplice en la superficialidad de su inmadurez, he de
entender su juventud, pero no  participaré de sus excesos, me he de esmerar en conocer sus cualidades, pero también sus defectos y nunca permitiré que
abusen de mí en aras de este amor que les profeso'.
 
El águila calló y Alberto no supo qué decir, pues seguía confundido, y
mientras entraba en una profunda reflexión, ésta, con gran majestuosidad levantó el vuelo y se perdió en el horizonte.
 
Alberto empezó a caminar mientras miraba fijamente el follaje seco disperso  en el suelo, sólo pensaba en lo equivocado que estaba y el terrible error que iba a cometer al darle a su hijo el abrazo del oso.
 
Alberto, reconfortado, siguió caminando, solo pensaba en llegar a casa, con amor abrazar a su bebé, pensando que abrazarlo sólo sería por segundos, ya que el pequeño empezaba a tener la necesidad de su propia libertad para mover piernas y brazos, sin que ningún oso protector se lo impidiera.
 
A partir de ese día Alberto empezó a prepararse para ser el mejor de los padres.
 
Mariano Osorio



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lunes, 20 de octubre de 2008

ANGEL PROTECTOR

perteneciente al libro "Un collar de maravillas")

 

Cuenta una antigua leyenda que un niño, que estaba por nacer le dijo a Dios:

-Me dicen que me vas a enviar mañana a la tierra, pero ¿cómo viviré tan pequeño e indefenso como soy?

-Entre muchos Ángeles escogí uno para ti, que te está esperando: él te cuidará.

-Pero dime: aquí en el cielo, no hago más que cantar y sonreír, ¿eso basta para ser feliz?

-Tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tu sentirás su amor y serás feliz.

-¿Y cómo entender lo que la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?

-Tu ángel te dirá las palabras más dulces y tiernas que puedas escuchar, y con mucha paciencia y cariño te enseñará a hablar.

-He oído que aquí en la tierra hay hombres malos... ¿quién me defenderá?

-Tu Ángel te defenderá aun a costa de su propia vida.

-En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo pero ya se oían voces terrestres y el niño presuroso, repetía suavemente:

-Dios mio, si ya me voy dime su nombre, ¿cómo se llama mi Ángel?

-Su nombre no importa tu le dirás: 
Mamá...

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sábado, 18 de octubre de 2008

UN HERMOSO CUENTO







 


Un día Buda pasaba a través de un bosque. Era un caluroso día de verano y tenía mucha sed. Le dijo a Ananda, su principal discípulo:
-Ananda, regresa. Cuatro o cinco kilómetros más atrás hemos pasado por un pequeño arroyo. Tráeme un poco de agua. Llévate mi cuenco de mendicante. Tengo mucha sed y estoy cansado -había envejecido.
Ananda volvió hacia atrás... pero cuando llegó al arroyo, acababan de cruzarlo unas carretas tiradas por bueyes que habían enturbiado toda el agua. Las hojas muertas, que estaban reposando en el fondo, habían subido a la superficie, esta agua ya no se podía beber; estaba demasiado sucia. Regresó con las manos vacías y dijo:
-Tendrás que esperar un poco. Iré por delante. He oído que a sólo cuatro o cinco kilómetros de aquí hay un gran río. Traeré el agua de allí. Pero Buda insistió:
-Regresa y tráeme el agua de ese arroyo.
Ananda no podía entender la insistencia, pero si el Maestro lo dice, el discípulo tiene que obedecer. A pesar de lo absurdo de la situación -que de nuevo tiene que caminar cuatro o cinco kilómetros, y sabe que no merece la pena beber ese agua-, él va. Cuando está yendo, Buda le dice:
-Y no regreses si el agua sigue estando sucia. Si está sucia, siéntate en la orilla en silencio. No hagas nada, no te metas en el arroyo. Siéntate en la orilla en silencio y observa. Antes o después el agua volverá a aclararse, y entonces llena el cuenco y regresa.
Ananda volvió hasta allí. Buda tenía razón: el agua estaba casi clara, las hojas se habían desplazado, el polvo se había asentado. Pero todavía no estaba totalmente transparente, de modo que se sentó en la orilla y observó cómo fluía el río.
Poco a poco se volvió cristalina. Después regresó bailando. Entonces entendió por qué Buda había insistido tanto. Había un cierto mensaje en todo esto para él, y lo había entendido. Le dio el agua a Buda, le dio las gracias a Buda, se postró a sus pies.
Buda dijo:
-¿Qué estás haciendo? Yo te debería de dar las gracias por haber traído el agua.
Ananda dijo:
-Ahora lo puedo entender. Primero me enfadé; no lo mostré, pero estaba enfadado porque era absurdo regresar. Pero ahora he entendido el mensaje. Esto es lo que en realidad necesito en este momento. Con la mente es el mismo caso. Sentado en la orilla de ese pequeño arroyo me hice consciente de que pasa lo mismo con la mente. Si me meto en el arroyo lo volveré a ensuciar. Si me meto en la mente, provocaré más ruido, empezarán a aparecer más problemas, a emerger. Sentado a un lado he aprendido la técnica.
Ahora me sentaré también al lado de la mente, observándolas con todas sus suciedades, problemas, hojas muertas, dolores y heridas, recuerdos y deseos. Me sentaré indiferente en la orilla y esperaré el momento en que todo esté claro.



     


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viernes, 17 de octubre de 2008

LA LIEBRE Y EL TIGRE








Qué gran decepción tenía el joven de esta historia. Su total amargura era por la forma tan inhumana en que se comportaban todas las personas. Al parecer, ya a nadie le importaba nadie. Un día dando un paseo por el monte, vio sorprendido que una pequeña liebre le llevaba comida a un enorme tigre malherido, el cual no podía valerse por sí mismo.

Le impresionó tanto ver este hecho, que regresó al día siguiente para ver si el comportamiento de la liebre era solamente casualidad. Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre herido.

Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la comida por su propia cuenta. Admirado por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo:
-"No todo está perdido. Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo haremos las personas".

Y decidió hacer la experiencia. Se tiró al suelo, simulando que estaba herido, y se puso a esperar que pasara alguien que le ayudara. Pasaron las horas y llegó la noche, nadie se acercó en su ayuda. Estuvo así durante todo el siguiente día; y nada. Ya se iba a levantar, mucho más decepcionado que cuando comenzamos esta historia, con la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio, sintiendo dentro de sí toda la desesperación del hambriento, la soledad del enfermo, la tristeza del abandono..., su corazón estaba devastado, y casi no sentía deseos de levantarse. Entonces allí, en ese mismo instante, lo oyó... ¡Con qué claridad, con qué fuerza! Una hermosa voz, muy profunda, le dijo:
-"Si quieres encontrar a tus semejantes, si quieres sentir que todo ha valido la pena, si quieres seguir creyendo en la humanidad, deja de hacer de tigre y simplemente se la liebre





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Reflexion: La botella


, Bárbara  Lamas compartiò


 

 

 
Reflexiones - La botella La botella 
Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Por suerte, llegó a una cabaña vieja, desmoronada sin ventanas, sin techo.

El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del calor y el sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía.

Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría, y pudo leer que decía: "Usted necesita primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar".

El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua... ¡llena de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada.

¿Qué debiera hacer?

¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca... o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje?

¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables escritas no se cuánto tiempo atrás?

Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y entonces de pronto surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia.. . Agua fresca, cristalina.

Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase:

"Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente".


Hebreos 11:1
"Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve."

Hechos 20:35 "Más bienaventurada cosa es dar que recibir".
"
 

 


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domingo, 12 de octubre de 2008

EL CREADOR DE PUENTES


 
 
 
 
Se cuenta que, cierta vez, dos hermanos que vivían en granjas vecinas, separadas apenas por un río, entraron en conflicto. Fue la primera gran desavenencia en toda una vida de trabajo uno al lado del otro, compartiendo las herramientas y cuidando uno del otro.
 
Durante años ellos trabajaron en sus granjas y al final de cada día, podían atravesar el río y disfrutar uno de la compañía del otro. A pesar del cansancio, hacían la caminata con placer, pues se amaban.
 
Pero ahora todo había cambiado.
Lo que comenzara con un pequeño mal entendido finalmente exploto en un cambio de hispidas palabras, seguidas por semanas de total silencio. Una mañana, el hermano mas viejo sintió que golpeaban su puerta. Cuando abrió vio un hombre con una caja de herramientas de carpintero en la mano.
 
- Estoy buscando trabajo -dijo este.- Quizás usted tenga un pequeño servicio que yo pueda hacer.
- ¡Si! - dijo el granjero - claro que tengo trabajo para usted.
Ve aquella granja al otro lado del río. Es de mi vecino.
No, en realidad es de mi hermano mas joven.
Nos peleamos y no puedo mas soportarlo.
¿Ve aquella pila de madera cerca del granero?
Quiero que usted construya una cerca bien alta a lo largo del río para que yo no precise verlo más.
- Creo que entiendo la situación - dijo el carpintero.
Muéstreme donde están las pilas
que ciertamente haré un trabajo que lo dejara a usted satisfecho.
 
Como precisaba ir a la ciudad, el hermano más viejo ayudo al carpintero a encontrar el material y partió.
 
El hombre trabajo arduamente durante todo aquel día.
Ya anochecía cuando termino su obra.
El granjero regreso de su viaje y sus ojos no podían creer lo que veían. ¡No había ningún cerco!
 
En vez de cerco había un puente que unía las dos márgenes del río. Era realmente un bello trabajo,
pero el granjero estaba furioso y le dijo:
 
- Usted fue muy atrevido en construir ese puente
después de todo lo que yo le conté.
 
Sin embargo, las sorpresas no habían terminado.
Al mirar nuevamente para el puente,
vio a su hermano que se acercaba del otro margen,
corriendo con los brazos abiertos.
 
Por un instante permaneció inmóvil de su lado del río.
Pero de repente, en un impulso, corrió en dirección del otro
y ellos se abrazaron en medio del puente.
 
El carpintero estaba partiendo con su caja de herramientas
cuando el hermano que lo contrato le dijo emocionado:
 
- ¡Espere! quédese con nosotros por algunos días.
 
El carpintero respondió:
 
- Me encantaría quedarme, pero,
desgraciadamente tengo muchos otros puentes que construir.
 

Para nuestra reflexión:
 
¿Y tu, estas necesitando un carpintero,
o eres capaz de construir tu propio puente para aproximarse aquellos con los que rompiste el contacto?
 
No busques construir cercas que te separen de las personas
de las que te encuentras distanciado.
 
Construye puentes y busca caminar
en dirección a aquellos que por desgracia se distanciaron de ti.
 
El puente de la relación es un poco frágil
y se balancea por causa de los vientos de la discordia,
fortalecelo con los lazos del entendimiento
y de la verdadera amistad.
 ANÒNIMO
 

 
 



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jueves, 9 de octubre de 2008

Cuento El roble y la niña



 
 
 

 

 

     Había una vez en una llanura un poderoso roble. Estaba orgulloso su fuerza, de su grandeza... de sí mismo. Muchas aves se posaban en sus ramas y en sus recuerdos permanecían los nombres de los huracanes que había resistido. Todos árboles de su especie habían ido desapareciendo. El orgullo de ser un superviviente había trasmutado en un agudo dolor por tan dura soledad.

    Cerca de aquella llanura había una granja donde vivía una niña. Era la flor más bella  de una larga familia. Su corazón todavía permanecía sin ninguna cicatriz. Era totalmente inmaculado.

     Muchos días jugaba cerca del roble. El poderoso árbol aprendió a percibir los movimientos de la niña. Y lo que era más importante para él, sentía la bondad de la pequeña en forma de ondas luminosas que le hacía vibrar como sin un millón de lucecitas le atravesasen.

     Hasta tal punto se acostumbró a recibir los dones de aquel inmaculado corazón que si pasaba un solo día sin que ella se acercase, creía morirse de tristeza. La niña danzaba a su alrededor y él con las ramas, sin que ella lo percibiera, detenía el viento para que no la molestase. Era incluso capaz de girar los enormes y gruesos tallos para que la piel de la niña no fuese abrasada por el sol de verano. Un día... incluso fue capaz de apresar una peligrosa serpiente y lanzarla muy lejos de su tronco para evitar que mordiese a la mujercita.

     Y llegó el final del verano. Las hojas del robles fueron tornándose rojizas hasta dormirse y la niña comenzó un nuevo curso escolar.

     Cuando los primeros días de primavera despertaron al anciano roble, su primer pensamiento fue para la niña, a quien llamó mil veces pero no se acercaba hasta él. Tanto la añoraba que se preguntó cómo el viento podía desplazarse y él no. Y tanto meditó  y pensó sobre el asunto que por fin consiguió enviar sus aromas con las olas etéreas de la brisa y llegar hasta lejanos lugares.

     Violeta jugaba con sus amigas en el recreo y el aroma del poderoso roble sintió el corazón de la niña.  Se acercó hasta ella, pero había algo que no le permitía alejarse más de su tronco. Sabía que si se separaba totalmente del mismo, moriría. Pensó y pensó, meditó y meditó y comprendió. Su vida ya no tenía sentido si no era cerca de la niña.

      Fue el último día de curso. Violeta estaba emocionada. Al año siguiente cambiaría de colegio al igual que todas compañeras  e iría al instituto. Los profesores, los padres, los alumnos de cursos inferiores les homenajeaban con una bella fiesta.

       Y el roble anheló, deseó con toda su fuerza abrazarla y entregarle su vida. Y tanto tesón y esfuerzo realizó en conseguirlo  que su alma se separó del tronco y comenzó a danzar en círculo alrededor de la niña.

     Violeta sintió una suave brisa que la rodeaba y acariciaba, y recordó los momentos que había pasado jugando bajo la sombra del roble. Entonces ocurrió el mayor de los milagros que puede ocurrir entre el reino de los hombres y el reino de las plantas.

     La mujercita se separó durante unos minutos de sus compañeras, atraída por los bellos colores del jardín del colegio. Y en un rinconcito del mismo ocurrió tan magno acontecimiento.

     La Reina de las Hadas de aquellos lugares se hizo visible. Con su varita mágica tocó el corazón de la niña y el alma del roble, cantando esta bella canción:

Soy la Reina de las Hadas

Con mi poder,

vuestra alma haré florecer.

Los humanos, fuertes os creéis,

pero en verdad todo no lo sabéis.

 

Separados nacemos.

aislados crecemos,

pero cuando llegado es el tiempo,

juntos florecemos.

 

Vuestro pensamiento,

a través de nuestro cuerpo,

viaja en el espacio y en el tiempo.

 

Nuestros dones entregamos.

Vuestro deber es llevarnos

hacia una nueva tierra

rodeada de hermosos lagos.

 

Soy la Reina de las Hadas

con mi poder

vuestra alma haré florecer. Los humanos, fuertes os creéis, pero en verdad todo no lo  sabéis.     

Y así, la mujercita recibió un hermoso regalo. El don de poder entender a los árboles y las plantas, sencillamente, porque el alma del poderoso roble habitó para siempre  en el corazón de la niña.

 

 



 

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miércoles, 8 de octubre de 2008

DAR LAS GRACIAS

Una madre solía orar en las noches con una hija pequeña, de unos seis años, al acostarla.

Una noche la madre le dijo:
- Hoy vamos a pedir a Dios un poco más para que sane a la tía Marta.

Oraron por la tía Marta, cada noche, durante un par de semanas. Después, la madre no dijo nada y dejaron de pedir.
A la tercera o cuarta noche sin hacerlo, la niña preguntó:

- Mamá, ¿por qué no oramos por la tía Marta?.
- Es que Diosito ya la puso buena – respondió la madre.

- Y si la puso buena – replicó la niña- ¿no deberíamos orar para darle las gracias?.


AUTOR:FILGUEIRAS



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jueves, 2 de octubre de 2008

Cuando me amé de verdad...

Cuando me amé de verdad… comprendí que en cualquier circunstancia yo estaba en el lugar correcto…
en la hora correcta… en el momento exacto… entonces me relajé.
Hoy sé que eso tiene nombre: Autoestima.

Cuando me amé de verdad… me di cuenta de que mi angustia y sufrimientos emocionales no pasan de ser una señal de que voy en contra de mis verdades.
Hoy sé que eso es: Autenticidad.
Cuando me amé de verdad… dejé de desear que mi vida fuese distinta y comencé a ver que todo lo que sucede contribuye a mi crecimiento.
Hoy a eso le llamo: Madurez.

Cuando me amé de verdad… comencé a entender cómo es ofensivo forzar alguna situación o a alguien
para realizar mis deseos aún sabiendo que no es el momento o que la persona no está preparada,
inclusive yo mism@.
Hoy sé que el nombre de esto es: Respeto.
Cuando me amé de verdad… comencé a despojarme de todo lo que no fuera saludable: personas, tareas,
todo y cualquier cosa que me desanimara. En principio, mi razón me llamó la atención acerca de esa actitud de egoísmo.
Hoy sé que se llama: Amor propio.

Cuando me amé de verdad… dejé de temerle a mi tiempo libre y de hacer grandes Planes. Abandoné proyectos a muy largo plazo. Hoy hago lo que considero correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo.
Hoy sé que eso es: Simplicidad.
Cuando me amé de verdad… desistí de querer tener siempre la razón y con eso cometí menos errores.
Hoy descubrí la… Humildad

Cuando me amé de verdad… dejé de revivir el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me atengo en el presente, que es donde la vida realmente ocurre.
Hoy vivo un día a la vez… Eso es: Plenitud
Cuando me amé de verdad… entendí que mi mente puede perturbarme y decepcionarme. Pero, cuando la coloco al servicio del corazón, se torna una enorme y valiosa aliada.
Todo eso es: saber vivir

ANÒNIMO

R El buen humor...

Concédeme, Señor, la gracia del buen humor



Los santos fueron santos, pero también fueron alegres.

Santa Teresa de Jesús decía: "Un santo triste es un triste santo".

No me imagino a Jesús serio, ni a María.



Hubo mucha seriedad en mi vida, demasiada formalidad.

Muchas cosas me robaron la alegría, fueron ladrones de mi buen humor.



El buen humor no es sólo reír ante un chiste, no es la carcajada fácil, aunque reír ayuda.

El buen humor es una actitud frente a la vida, es reconocer el lado alegre de los hechos y de las circunstancias.

El buen humor ayuda a aliviar las congojas y las culpas.

El buen humor transforma nuestros melodramas en comedias.



La ironía es la caricatura del buen humor.

La ironía hiere, el buen humor cura.

La ironía ridiculiza, el buen humor crea puentes.



Humor es espíritu, actitud, ingenio, alivio, sonrisa, esperanza.



Tú eres, Señor, la causa de mi alegría.

Si los Apóstoles se sentían tan bien contigo, no creo que haya sido por tu severidad, sino por tu buen carácter, por tu buen humor.



Que sepa reírme de mí mismo, el primer peldaño del buen humor.

Que nunca me ría de los demás, el primer peldaño de la tristeza.



Ante la seriedad, un poco de soltura.

Ante la rigidez, un poco de flexibilidad interior.

Que sepa tener buen humor hará de mi vejez un camino de luz; sabré entusiasmar a otros, sabré reírme con otros.

Amén.



P. Ernesto Giobando s.j.

soltar la carga que llevamos


El maestro narró a sus discípulos el siguiente relato:


- Un hombre que iba por el camino tropezó con una gran piedra. La recogió y la llevó consigo. Poco después tropezó con otra, igualmente la cargó. Todas las piedras con que iba tropezando las cargaba, hasta que aquel peso se volvió tan grande que el hombre ya no pudo caminar.

¿Qué piensan ustedes de ese hombre? Preguntó el maestro

- Que es un necio -respondió uno de los discípulos- ¿Para qué cargaba las piedras con que tropezaba?

Dijo el maestro: - Eso es lo que hacen aquellos que cargan las ofensas que otros les han hecho, los agravios sufridos, y aun la amargura de las propias equivocaciones. Todo eso lo debemos dejar atrás, y no cargar las pesadas piedras del rencor contra los demás o contra nosotros mismos.

Si hacemos a un lado esa inútil carga, si no la llevamos con nosotros, nuestro camino será más ligero y nuestro paso más seguro.
Así dijo el Maestro, y los discípulos se hicieron el propósito de no cargar nunca el peso del odio o del resentimiento.

Los tres filtros

En cierta ocasión, un hombre sofocado se acercó a Sócrates y le susurró al oído:

- Escucha, como tu amigo que soy, tengo algo muy grave que decirte, en particular.. .

- ¡Espera!... atajó el sabio prudente.

- ¿Ya pasaste lo que me tienes que decir por los tres filtros?

- ¿Tres filtros?, preguntó el visitante, sorprendido.

- Sí, mi querido amigo, tres filtros. Observemos si tu confidencia pasó por ellos. El primero es el filtro de la verdad. ¿Guardas absoluta certeza en cuanto a lo que pretendes comunicar?

- Bien -ponderó el interlocutor- , asegurar, no puedo... Pero, lo oí decir y... entonces.

- Exacto. Seguramente pasaste el asunto por el segundo filtro: El de la bondad. Aunque no sea real lo que se juzga saber ¿será por lo menos bueno lo que me quieres contar?

Vacilando, el hombre replicó:

- Eso no... Muy por el contrario...

- ¡Ah! -adujo el visitante agitado-, entonces recurramos al tercer filtro, el de la utilidad y notemos el provecho de lo que tanto te aflige.

- ¿Útil? -contestó el visitante agitado. -Útil no es...

- Bien -remató el filósofo con una sonrisa-, si lo que tienes que confiar no es verdadero, ni bueno, ni útil, olvidemos el problema y no te preocupes con él, ya que nada valen casos no edificantes para nosotros...

Ahí está mi amigo, la lección de Sócrates en cuestiones de maledicencia.

La mujer perfecta

Nasrudin conversaba con un amigo.
- Entonces, ¿nunca pensaste en casarte?
- Sí, pensé –respondió Nasrudin. –

En mi juventud resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco y conocí a una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.

Continué viajando y fui a Isfahan; allí encontré a una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita.

Entonces, resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa y conocedora de la realidad material.

- ¿Y por qué no te casaste con ella?

- ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto…

SI EL DESALIENTO TE ABATE

Si el desaliento te abate, medita; La serenidad confortará tu espíritu y te hará más sabio para el futuro.

Si la calumnia te muerde no te alteres, pon en la herida un poco de bondad y castiga al culpable, con toda la Ternura de tu corazón.

Si el odio quiere alcanzarte, sonríe y perdona.

Tu amor ha de ser poderoso, TODOPODEROSO!

Si la envidia pretende trabar tus pasos, elévate y vuela sobre ella.

Si la indiferencia te rodea, ten calma; amplía tu espíritu en un anhelo de comprensión, y tu palabra logrará penetrar hasta lo más íntimo de tus hermanos.

Si el dolor se ceba en ti, transfórmalo en luz, en luz de experiencia y tropezarás menos.
Si el silencio, la crítica destructiva y la calumnia resuenan a tu paso... ¡ALÉGRATE. ÉSE ES EL TRIUNFO!
Si construyes algo y ello levanta polvaredas de ataques y envidia... ¡ALÉGRATE. ÉSE ES EL MEJOR TRIUNFO!

La soledad te dará alientos para volver y proseguir tu labor con tranquilidad. Deja que el mal vaya hacia ti. Todo el mal que recibas, es una oportunidad que se te ofrece para que hagas una obra de amor, convirtiéndolo en bien, y mucho mejor cada vez. Así, no guardes rencor al que te perjudique. No la aumentes con la ruin venganza.

No trates de descargar sobre otros tu carga de dolor.
Sonríe siempre ante los demás, aunque sufras.
Haz en lo posible la felicidad de los que te rodean.
Aprovecha toda circunstancia para hacer un bien.
Descubre siempre el mejor aspecto de la vida, toda materia tiende a ser espíritu. Toda tiniebla, luz. Sé el taumaturgo que convierte lo inferior en superior, por el empleo constante de tus facultades más elevadas. Rodea con todo el amor y ternura de tu corazón todo lo que está a tu alcance. Haz siempre lo más y lo mejor que puedas. Y ante todo, haz sólo lo que sepas que es un bien.

Para alegrar y disipar el mal, basta la sola presencia del bien. Conviértete en un brazo más que ayuda a la humanidad en su ascensión. Recuerda que tu trabajo no es vano y que le sirves a Dios. Aunque no veas las cosas como las quieres ver, mantén tu fe firme confiando solo en él. Aunque la marea cambie y embravezca más y más, debes estar confiado porque él te ayudará y no te dejará.

En los momentos difíciles nuestra mente se turba, nos sentimos desmayar, pero recordemos siempre que Jesús a nuestro lado está. La historia está llena de hombres de origen muy humilde, nadie sabía quienes eran ni de donde venían, pero eran hombres de ideales y propósitos grandes. Si a esos ideales y a esos propósitos se les agrega el ingrediente primordial de la fe en Dios, ¿Qué más se puede esperar?

Llegarán a donde se proponen porque
él estará con ellos. El hombre hace el lugar, y su lugar en el mundo; y lo engrandecerá aún más si tiene su confianza puesta en Dios y que cuenta con él en cada uno de sus pasos. Importa demasiado en la vida, no el saber quienes somos ni de dónde venimos, sino hacia dónde nos dirigimos y quién es aquel que va a nuestro lado.
No te detengas en lo malo que has hecho, camina en lo bueno que puedes hacer. No te culpes por lo que hiciste, más bien decídete a cambiar. No te mires con tus ojos, contémplate con la mirada de Dios.

No pienses en lo largo que es el camino de tu transformación, sino en cada paso que puedes dar para ser lo que él quiere que seas. No confíes en tus propias fuerzas, pon tu vida en manos de Dios.

No trates que otros cambien, sé tú el responsable de tu propia vida y trata de cambiar tú.
Deja que el amor te toque y no te defiendas de él.

Sólo contempla la meta y no veas qué tan difícil es alcanzarla. Vive cada día, aprovecha el pasado para bien y deja que el futuro llegue a su tiempo. No sufras por lo que viene, recuerda que "cada día tiene su propio afán", busca alguien con quien compartir tus luchas hacia la libertad, una persona que te entienda, te apoye y te acompañe en ella.

Anónimo

La zorra y el mono

En una junta de animales, bailó tan bonito el mono, que ganándose la simpatía de los espectadores, fue elegido rey.

Celosa la zorra por no haber sido ella la elegida, vio un trozo de comida en un cepo y llevó allí al mono, diciéndole que había encontrado un tesoro digno de reyes, pero que en lugar de tomarlo para llevárselo a él, lo había guardado para que fuera él personalmente quien lo cogiera, ya que era una prerrogativa real.

El mono se acercó sin más reflexión, y quedó prensado en el cepo.

Entonces la zorra, a quien el mono acusaba de tenderle aquella trampa, repuso:

-"¡Eres muy tonto, mono, y todavía pretendes reinar entre todos los animales!".

No te lances a una empresa, si antes no has reflexionado sobre sus posibles éxitos o peligros.
La fábula nos recuerda que todos necesitamos enfrentar la realidad de nuestras limitaciones. .. y todos las tenemos, aunque pareciera que algunos tuvieran muy pocas. Lo cierto es que Dios nos ha concedido dones particulares que necesitamos utilizar al máximo para poder cumplir con Sus propósitos en nuestra vida y de esa manera vivir vidas plenas de satisfacción