domingo, 29 de junio de 2008

LA COSECHA





En un oasis escondido en medio del desierto,
se encontraba el viejo Eliahu de rodillas,
a un costado de algunas palmeras datileras.

Su vecino Hakim se detuvo a abrevar sus camellos
y lo vio transpirando, mientras parecía cavar en la arena.

-Que tal anciano? le dijo

- Muy bien-contestó Eliahu
sin dejar su tarea.

-¿Qué haces aqui, con este calor, y esa pala en las manos?

-Siembro dátiles-contestó el viejo.

-¡Dátiles!! -repitió el recién llegado,
y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez- .
El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo.
Dime, ¿cuántos años tienes?

-Ochenta, ... pero eso, ¿qué importa?

-Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer
y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos.
Aunque vivas hasta los cien años,
difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que siembras.

Deja eso y ven conmigo.

-Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró,
otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy,
para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto...
y aunque solo fuera en honor de aquel desconocido,
vale la pena terminar mi tarea.

Autor desconocido 


 




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