lunes, 30 de junio de 2008

La ejecución

En su peregrinación, el maestro y algunos de sus discípulos bajaron de
la montaña al llano y se encaminaron hacia las murallas de la gran
ciudad. Ante la puerta se había congregado una gran muchedumbre.

Cuando se hallaron más cerca vieron un cadalso levantado y los
verdugos ocupados en llevar a rastras hacia el tajo a un individuo ya
muy debilitado por el calabozo y los tormentos. La plebe se agolpaba
alrededor del espectáculo. Hacían mofa del reo y le escupían, movían
bulla y esperaban con impaciencia la decapitación.

- "¿Quién será y qué delitos habrá perpetrado", se preguntaban unos a
otros los discípulos, " para que la multitud desee su muerte con tanto
afán? Aquí no se ve a nadie que manifieste compasión ni que llore."

- "Supongo que será un hereje", dijo el maestro con tristeza.

Siguieron acercándose, y cuando se vieron confundidos con el gentío
los discípulos preguntaron a izquierda y derecha quién era y qué
crímenes había cometido el que en aquellos momentos se arrodillaba
frente al tajo.

- "Es un hereje", decía la gente muy indignada. "¡Hola! ¡Ahora inclina
su cabeza condenada! ¡Acabemos de una vez! En verdad ese perro quiso
enseñarnos que la ciudad del Paraíso tiene sólo dos puertas, ¡cuando a
todos nosotros nos consta perfectamente que las puertas son doce!."

Asombrados, los discípulos se reunieron alrededor del maestro y le preguntaron:

- "¿Cómo lo adivinaste, maestro?"

Él sonrió y, mientras echaba de nuevo a andar, dijo en voz baja:

- "No ha sido difícil. Si fuese un asesino, o un bandolero o cualquier
otra especie de criminal, habríamos visto entre las gentes del pueblo
pena y compasión. Muchos llorarían y algunos hasta pondrían el grito
en el cielo proclamando su inocencia. Al que tiene una creencia
diferente, en cambio, se le puede sacrificar y echar su cadáver a los
perros sin que el pueblo se inmute."

Hermann Hesse

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