formación sobre la planificación eficaz de su tiempo a un grupo de
quince ejecutivos de grandes compañías norteamericanas. Este curso
constituía uno de los cinco talleres de su jornada de formación. El
viejo profesor no tenía entonces sino una hora para "hacer pasar su
materia". Parado, delante de ese grupo de élite (que estaba listo a
anotar todo lo que el experto le iba a enseñar), el viejo profe los
miró uno por uno, atentamente, y les dijo "Vamos a hacer un
experimento".
Debajo de la mesa que lo separaba de sus alumnos, el profesor movio
un inmenso tarro de vidrio de más de 4 litros, que puso
delicadamente en frente suyo. Luego sacó alrededor de doce piedras
tan grandes como bolas de tenis y las depositó cuidadosamente, una
por una en el gran tarro. Cuando el recipiente se llenó hasta el
borde y era imposible agregarle una sóla piedra más, levantó
lentamente los ojos hacia sus alumnos y les preguntó:
"¿Les parece que el tarro está lleno?" Todos respondieron:
"Sí."
Esperó unos segundos y agregó :
"¿Están seguros?"
Entonces, él se agachó de nuevo y sacó de debajo de la mesa un
recipiente lleno de piedrecillas. Con mucho cuidado, él agregó las
piedritas sobre las piedras grandes y sacudió ligeramente el tarro.
Las pequeñas piedras se infiltraron entre las grandes... hasta el
fondo del tarro.
El viejo profesor levantó nuevamente los ojos hacia su auditorio y
reiteró su pregunta: "¿Les parece que el tarro está lleno?" Esta
vez sus brillantes alumnos comenzaron a entender su manejo. Uno de
ellos respondió: "¡Probablemente no!" "Bien", respondió el viejo
profesor.
Se agachó nuevamente y esta vez sacó de debajo de la mesa una
bolsa de arena. Con mucho cuidado agregó la arena al tarro.
La arena rellenó los espacios existentes entre las piedras y las
piedritas. Una vez más, preguntó: "¿Les parece que el tarro está
lleno?" Esta vez sin pensarlo dos veces y en coro, los brillantes
alumnos, respondieron: "¡No!" "¡Bien!", respondió el viejo
profesor.
Y como se esperaban sus prestigiosos alumnos, el hombre cogió la
botella de agua que estaba sobre la mesa y llenó el tarro hasta el
tope. El viejo profesor levantó entonces los ojos hacia su grupo y
preguntó:
"¿Qué gran verdad nos demuestra esta experiencia?" Sin estar
loco, el más audaz de sus alumnos, reflexionando sobre el tema de
este taller, respondió: "Esto demuestra que incluso cuando creemos
que nuestra agenda está completamente copada, si lo deseamos
realmente, podemos agregar más citas, más cosas para hacer."
"No", respondió el viejo profesor. "No es eso. La gran verdad que
nos muestra esta experiencia, es la siguiente:"
"Si uno no mete las piedras grandes primero en el tarro, jamás
podría hacer entrar el resto después." Hubo un gran silencio, en el
que cada uno estaba tomando conciencia de la evidencia de estos
propósitos. El viejo profesor, dijo entonces:
"¿Cuáles son las piedras grandes en sus vidas?" "¿Su salud?"
"¿Su familia?" "¿Sus amigos?" "¿Realizar sus sueños?" "¿Hacer lo
que aman?" "¿Aprender?" "¿Defender una causa?" "¿Relajarse?"
"¿Tomarse el tiempo...?" "¿O cualquier otra cosa?"
"Lo que hay que retener, es la importancia de meter esas PIEDRAS
GRANDES en primer lugar en la vida. Si no, uno se arriesga a no
lograr... la vida. Si uno le da prioridad a los pecadillos (las
piedritas, la arena) uno llenará la vida, pues, de pecadillos y no
tendrá suficiente tiempo para consagrar a los elementos importantes
de la vida."
No hay comentarios:
Publicar un comentario